Tener un hijo es una bendición, pero también una gran responsabilidad, pues el futuro de esta persona depende del trabajo y dedicación de los padres. La función de los padres es harto complicada pues no existe un manual que nos oriente y también debemos considerar que cada niño es un mundo.
El día de hoy me referiré a aquellos niños que presentan problemas de comportamiento, una seria dificultad que muchas veces los propios padres no aceptan. Un niño con este tipo de problema es desobediente por naturaleza, con poca tolerancia ante la frustración, que fácilmente se irrita, grita y se muestra agresivo; si estos síntomas le resultan comunes, toca aceptar que existe un gran problema que afrontar.
Y es así, porque los problemas se enfrentan con entereza e hidalguía, no se debe caer en el negacionismo o en la sobreprotección; lo único que se logra de esta manera es agravar el problema y dar pie a una serie de actitudes negativas en los niños. Entonces viene la pregunta del millón de soles, ¿qué hacer? Pues para empezar -y luego de aceptar la dura realidad- se deben establecer límites claros y consecuencias reales en caso estos límites se quebranten. Sabemos que es doloroso castigar a nuestros hijos, pero a veces es necesario; la constancia y coherencia en los “ajustes de actitud” serán determinantes para enseñarle al pequeño el significado del respeto, la obediencia y la disciplina.
También es importante ser firmes y enérgicos, prestar el tiempo necesario a atender y corregir el problema, buscar mecanismos que faciliten el control sobre las acciones de los pequeños, evitando caer -es difícil pero no imposible- en chantajes emocionales y/o sentimentales.
Es básica una adecuada formación en valores. Entregar responsabilidades desde temprana edad, establecer prioridades en casa y enseñar que toda acción tiene una consecuencia, constituyen un aspecto vital en la consecución de niños alegres, sanos, responsables y correctos.
Finalmente, si se ve que nada de lo que se hace da resultado, existe la alternativa de ir a un centro especializado en atención y corrección de conductas; ellos brindarán pautas específicas destinadas a que esta mala conducta infantil no se convierta en un transtorno más grave.
No se debe esperar a que los niños vayan a la escuela para que otros se encarguen de su mal comportamiento; recordemos que los derechos de nuestros niños terminan donde empiezan los de los demás, y los demás niños tienen derecho a desarrollarse en un ambiente donde prime la armonía y la tolerancia.
lunes, 4 de diciembre de 2017
viernes, 20 de octubre de 2017
Ellos (los políticos) nos prefieren brutos
Hace un buen tiempo ronda mi mente aquella frase que reza “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, obra de nuestro libertador don Simón Bolívar. Y es que parece que nuestro país anda camino a ello, a su propia destrucción.
Muy en contra de los intereses nacionales, a la clase política y a los grupos de poder les conviene tener en una población ignorante o poco instruida; después de todo, es esta población la cual caerá una y otra vez en sus promesas populistas e irrealizables y los elegirá como sus gobernantes. Lo peor es que serán convencidos de que tomaron la decisión correcta y de están aportando al proceso democrático del Perú.
Aceptémoslo, venimos siendo víctimas del maquiavélico plan de las elites de poder, un plan que logra la dominación de las masas gracias al ineficiente servicio educativo que se presta. El grueso de la población posee un pobre nivel cultural, mismo que ha facilitado que la idea de democracia se vuelva en una simple e irreal alternancia de poder; esto nos convierte en un país vulnerable a ser manipulado -una y otra vez- por los falsos y populistas ofrecimientos de nuestros eternos candidatos.
Mientras países como Singapur, Finlandia, Polonia, Chile y Colombia han logrado significativos avances gracias a reformas educativas serias, planificadas y estructuradas; nuestros políticos nos engañan con reformas cortoplacistas, mismas que no toman como punto de partida la cruda realidad del país y, por ende, se suceden una tras otra sin resultado alguno.
Para que el programa nacional de embrutecimiento sea perfecto, a los políticos no se les ocurrió mejor idea que ir en contra del magisterio. Como primer paso llevaron los sueldos de los maestros a niveles de miseria, quitándoles toda posibilidad de crecimiento personal; a continuación dieron carta libre a la creación de Institutos Superiores Pedagógicos de dudosa capacidad formativa, mismos que empezaron a expedir títulos profesionales a diestra y siniestra; luego empezaron a dictar normas que limitaban la labor formativa del docente y restaban su autoridad frente al alumno; finalmente se engañó a la población -una vez más- haciéndoles creer que los padres de familia saben más que los profesores.
Existió -y existe- una importante oferta educativa privada, misma que un gran sector de la población que ha buscado una alternativa; pero el gobierno al percatarse de ello empezó a atacarlas, en principio pretendiendo hacerlas quedar como organizaciones orientadas a enriquecerse ilícitamente con el dinero de los padres de familia; y terminando el “faenón” promulgando una absurda e ilógica ley que deja a los colegios privados desprotegidos ante aquellos padres que incumplen con sus pagos y demás obligaciones.
Frente al maltrato sistemático a la noble y abnegada labor del docente, fuimos testigos del hartazgo de los profesores, quienes poco a poco se fueron levantando hasta configurar una huelga de magnitud nacional. Las autoridades nacionales, lejos de mostrar algún interés real en solucionar la huelga magisterial, aprovecharon la ocasión para tildar a los docentes de terroristas.
Sin embargo, el pedido generalizado de la población para que los profesores regresen a las aulas y el clamor de los alumnos hizo que los docentes dejaran de lado sus reclamos para regresar a aquello que los apasiona: compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones. Y así lo hagan en condiciones lamentables -¿quién puede mantener una familia con S/.2000?- y en centros educativos vetustos y sin mantenimiento; lo hacen por vocación y amor, lo hacen porque no hay nada más gratificante que lograr el desarrollo de las capacidades de un niño, lo hacen porque eso les llena la vida.
No se engañe amigo lector, la huelga no acabó porque se haya solucionado el problema de la educación en el Perú; la huelga se acabó porque los profesores se cansaron, la huelga terminó porque los profesores decidieron que era mejor seguir luchando contracorriente por un país mejor.
Nuestro país requiere urgentemente una reforma educativa, pero que sea real y estructural, tomando plena conciencia de la realidad nacional y de la multiculturidad peruana; una reforma que comprometa realmente a las fuerzas políticas en un plan de largo aliento -cuando menos dos o tres periodos de gobierno- que nos brinde resultados a largo plazo. La educación no es un juego, es la llave para llevar los pueblos al desarrollo y a la verdadera libertad, aquella que anhelaba nuestro libertador; no lo olvidemos.
Muy en contra de los intereses nacionales, a la clase política y a los grupos de poder les conviene tener en una población ignorante o poco instruida; después de todo, es esta población la cual caerá una y otra vez en sus promesas populistas e irrealizables y los elegirá como sus gobernantes. Lo peor es que serán convencidos de que tomaron la decisión correcta y de están aportando al proceso democrático del Perú.
Aceptémoslo, venimos siendo víctimas del maquiavélico plan de las elites de poder, un plan que logra la dominación de las masas gracias al ineficiente servicio educativo que se presta. El grueso de la población posee un pobre nivel cultural, mismo que ha facilitado que la idea de democracia se vuelva en una simple e irreal alternancia de poder; esto nos convierte en un país vulnerable a ser manipulado -una y otra vez- por los falsos y populistas ofrecimientos de nuestros eternos candidatos.
Mientras países como Singapur, Finlandia, Polonia, Chile y Colombia han logrado significativos avances gracias a reformas educativas serias, planificadas y estructuradas; nuestros políticos nos engañan con reformas cortoplacistas, mismas que no toman como punto de partida la cruda realidad del país y, por ende, se suceden una tras otra sin resultado alguno.
Para que el programa nacional de embrutecimiento sea perfecto, a los políticos no se les ocurrió mejor idea que ir en contra del magisterio. Como primer paso llevaron los sueldos de los maestros a niveles de miseria, quitándoles toda posibilidad de crecimiento personal; a continuación dieron carta libre a la creación de Institutos Superiores Pedagógicos de dudosa capacidad formativa, mismos que empezaron a expedir títulos profesionales a diestra y siniestra; luego empezaron a dictar normas que limitaban la labor formativa del docente y restaban su autoridad frente al alumno; finalmente se engañó a la población -una vez más- haciéndoles creer que los padres de familia saben más que los profesores.
Existió -y existe- una importante oferta educativa privada, misma que un gran sector de la población que ha buscado una alternativa; pero el gobierno al percatarse de ello empezó a atacarlas, en principio pretendiendo hacerlas quedar como organizaciones orientadas a enriquecerse ilícitamente con el dinero de los padres de familia; y terminando el “faenón” promulgando una absurda e ilógica ley que deja a los colegios privados desprotegidos ante aquellos padres que incumplen con sus pagos y demás obligaciones.
Frente al maltrato sistemático a la noble y abnegada labor del docente, fuimos testigos del hartazgo de los profesores, quienes poco a poco se fueron levantando hasta configurar una huelga de magnitud nacional. Las autoridades nacionales, lejos de mostrar algún interés real en solucionar la huelga magisterial, aprovecharon la ocasión para tildar a los docentes de terroristas.
Sin embargo, el pedido generalizado de la población para que los profesores regresen a las aulas y el clamor de los alumnos hizo que los docentes dejaran de lado sus reclamos para regresar a aquello que los apasiona: compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones. Y así lo hagan en condiciones lamentables -¿quién puede mantener una familia con S/.2000?- y en centros educativos vetustos y sin mantenimiento; lo hacen por vocación y amor, lo hacen porque no hay nada más gratificante que lograr el desarrollo de las capacidades de un niño, lo hacen porque eso les llena la vida.
No se engañe amigo lector, la huelga no acabó porque se haya solucionado el problema de la educación en el Perú; la huelga se acabó porque los profesores se cansaron, la huelga terminó porque los profesores decidieron que era mejor seguir luchando contracorriente por un país mejor.
Nuestro país requiere urgentemente una reforma educativa, pero que sea real y estructural, tomando plena conciencia de la realidad nacional y de la multiculturidad peruana; una reforma que comprometa realmente a las fuerzas políticas en un plan de largo aliento -cuando menos dos o tres periodos de gobierno- que nos brinde resultados a largo plazo. La educación no es un juego, es la llave para llevar los pueblos al desarrollo y a la verdadera libertad, aquella que anhelaba nuestro libertador; no lo olvidemos.
domingo, 15 de octubre de 2017
Encontrando la (in)justicia en las autoridades
Pertenezco a una generación extraña, una generación que vivió los años más terribles de la insania terrorista en el Perú, crecimos viendo y escuchando cómo nuestras fuerzas del orden hacían frente -muchas veces en desventaja- a las hordas del terror con arrojo, valentía y heroísmo. Bastaba -y sobraba- con estas razones para abrigar gratitud y respeto hacia los uniformados en nuestro país. A ello debo añadir que, tengo el gran agrado de conocer personalmente a muchos hombres y mujeres que pertenecen a las fuerzas armadas y policía nacional y que constituyen auténticos ejemplos de dedicación y entrega, anteponiendo el interés público al interés personal; alcanzando con esto para cuestionar aquellos episodios en los cuales se les acusaba de ineficiencia, injusticia y hasta abuso.
Todo cambio hace apenas unos días. Resulta que tres personas muy importantes en mi vida se desplazaban en su vehículo cuando sufrieron un accidente de tránsito menor -de aquellos que sólo dejan daños materiales- que requirió la intervención policial. Desconozco lo ocurrido en los instantes posteriores al incidente, solo recuerdo la llamada en tono angustiado de mi esposa, misma que me llevó a asistir en su auxilio cuál alma que lleva el diablo.
Al llegar al lugar de los hechos pude observar cómo dos individuos de dudosa orientación sexual -situación que no digo por lo andrógino de su aspecto; sino por el tono ofensivo, matonezco y burlón con el cual se dirigían a dos damas- agredían verbalmente a mi esposa y sobrina ¡en presencia de un efectivo policial! Al increparle a este el porqué de su displicente actitud, me respondió que no podía intervenir pues los implicados en el accidente se encontraban arreglando la situación; razón por la cual tuve que intervenir personalmente.
Luego de poner en orden -debo aclarar que siempre por la razón- a este par de tipejos, los bocinazos me hicieron voltear y así me percaté que ambos vehículos se encontraban obstruyendo casi carril y medio de los dos carriles de la Av. Salaverry, lo cual me llevo a proponerle al agente de la policia que estacionemos todos los vehículos -los dos implicados en el accidente y el vehículo que había intervenido- en una zona donde no interrumpa el tránsito; situación que ahora me hace reflexionar ¿no pudieron ellos, por sentido común, pensar en esto antes de mi llegada?
Al dirigirme hacia mi vehículo para movilizarlo, observé las características particulares del choque, resultando que nosotros habíamos sido afectados por la prepotencia del par de tipejos que “se acordaron” a última hora que debían girar a la derecha, ¡a pesar de estar en el carril izquierdo! sin importar que se llevasen de encuentro aquello que se interponga en su camino. Esta situación fue inmediatamente puesta en conocimiento de la autoridad, además fue aceptada por los causantes del accidente quienes manifestaron que lo hicieron pues tenían que atender un contrato -habían sido músicos de una ¿prestigiosa? orquesta- a la brevedad; sin embargo, al solicitar la infracción de tránsito G06 para el vehículo infractor, me respondieron que se debía seguir un riguroso procedimiento de investigación para determinar la responsabilidad del piloto; ¡para mala suerte mía, la flagrancia no es suficiente en estos casos!
Al ingresar al vehículo vi a mi menor hijo, desesperado por haber sufrido un accidente de tránsito, preso de la impotencia por no haber podido defender a su sagrada madre de los maltratos del par de pseudo artistas y cuestionándose aquello que le enseñan en la escuela de que “el policía es tu amigo”. Le dirigí un par de palabras para tranquilizarlo mientras movía el vehículo a una zona segura y le prometí solucionar el problema. Luego de ello, tome aire y me dirigí a los individuos que se encontraban a bordo del automóvil causante del accidente, con la intención de hacer aquello que en el Perú es una norma no escrita “más vale un mal arreglo que un buen juicio”.
Rápidamente me di cuenta que no tenían intenciones de llegar a un buen entendimiento, lo cual me motivó a pedir al policía que nos lleve a la delegación correspondiente y que los especialistas en la materia se hagan cargo. Craso error de mi parte, no sabia que estaba llevando a mis seres queridos a “la boca del lobo”. Al llegar a la delegación policial de Jesús María, los efectivos policiales me “invitaron” a retirarme, pidiendo conversar únicamente con los pilotos implicados. De nada sirvió el mencionarles que el vehículo de los dizque músicos no contaba con revisión técnica vehicular, que sus faros delanteros y posteriores estaban rotos, que sus direccionales delanteras eran inexistentes, mucho menos que su parachoques posterior pendía de un alambre; todo esto era de “poca monta” frente a la súbita presencia de los familiares del artista -los padres, la mujer, la hija, la mascota...¡todo vale!- quienes manifestaban que se trataba de un buen hijo, un ejemplar hermano, un extraordinario esposo, un abnegado padre, un amigable vecino y toda la sarta de sandeces que suelen decir de los delincuentes cuando son abatidos o capturados.
Pregunte a todos y cada uno de los policías en la delegación y sus exteriores acerca del paradero del oficial a cargo, ninguno me supo dar razón, algunos dijeron que “estaba por ahí” y otros indicaban que a esas horas -más de las 22.00 horas- estaría en su casa descansando. Situación que resulta curiosa, porque al emitir las citaciones respectivas, fechadas al día siguiente a las 00.30 horas, estas estaban firmadas por el Comandante Comisario; ¿no me quizo atender? ¿falsificaron su firma?
Terminaré esta historia mencionando que me fui a descansar intranquilo, aparentemente las primeras pesquisas policiales determinaron que el vehículo en el cual circulaban mi esposa, mi sobrina y mi hijo había realizado un temerario giro aéreo -porque otra explicación no encuentro- y habría colisionado por detrás al vehículo de placa D0J233, que transportaba a los músicos de la archi, master, ultra, mega, híper, recontra conocida Orquesta “Son de Clase”. Increible, pero cierto.
No queda más que confiar en que el caso llegue a las manos de un buen policía, de aquellos que luchan día a día por brindar un buen servicio a la población, de aquellos que no dudan en poner el pecho ante la adversidad, de aquellos que cuidan nuestra vida a costa de la suya propia; porque estoy seguro de que los hay, y muchos; aunque también estoy seguro que no había ninguno de servicio aquel día en esa delegación.
Todo cambio hace apenas unos días. Resulta que tres personas muy importantes en mi vida se desplazaban en su vehículo cuando sufrieron un accidente de tránsito menor -de aquellos que sólo dejan daños materiales- que requirió la intervención policial. Desconozco lo ocurrido en los instantes posteriores al incidente, solo recuerdo la llamada en tono angustiado de mi esposa, misma que me llevó a asistir en su auxilio cuál alma que lleva el diablo.
Al llegar al lugar de los hechos pude observar cómo dos individuos de dudosa orientación sexual -situación que no digo por lo andrógino de su aspecto; sino por el tono ofensivo, matonezco y burlón con el cual se dirigían a dos damas- agredían verbalmente a mi esposa y sobrina ¡en presencia de un efectivo policial! Al increparle a este el porqué de su displicente actitud, me respondió que no podía intervenir pues los implicados en el accidente se encontraban arreglando la situación; razón por la cual tuve que intervenir personalmente.
Luego de poner en orden -debo aclarar que siempre por la razón- a este par de tipejos, los bocinazos me hicieron voltear y así me percaté que ambos vehículos se encontraban obstruyendo casi carril y medio de los dos carriles de la Av. Salaverry, lo cual me llevo a proponerle al agente de la policia que estacionemos todos los vehículos -los dos implicados en el accidente y el vehículo que había intervenido- en una zona donde no interrumpa el tránsito; situación que ahora me hace reflexionar ¿no pudieron ellos, por sentido común, pensar en esto antes de mi llegada?
Al dirigirme hacia mi vehículo para movilizarlo, observé las características particulares del choque, resultando que nosotros habíamos sido afectados por la prepotencia del par de tipejos que “se acordaron” a última hora que debían girar a la derecha, ¡a pesar de estar en el carril izquierdo! sin importar que se llevasen de encuentro aquello que se interponga en su camino. Esta situación fue inmediatamente puesta en conocimiento de la autoridad, además fue aceptada por los causantes del accidente quienes manifestaron que lo hicieron pues tenían que atender un contrato -habían sido músicos de una ¿prestigiosa? orquesta- a la brevedad; sin embargo, al solicitar la infracción de tránsito G06 para el vehículo infractor, me respondieron que se debía seguir un riguroso procedimiento de investigación para determinar la responsabilidad del piloto; ¡para mala suerte mía, la flagrancia no es suficiente en estos casos!
Al ingresar al vehículo vi a mi menor hijo, desesperado por haber sufrido un accidente de tránsito, preso de la impotencia por no haber podido defender a su sagrada madre de los maltratos del par de pseudo artistas y cuestionándose aquello que le enseñan en la escuela de que “el policía es tu amigo”. Le dirigí un par de palabras para tranquilizarlo mientras movía el vehículo a una zona segura y le prometí solucionar el problema. Luego de ello, tome aire y me dirigí a los individuos que se encontraban a bordo del automóvil causante del accidente, con la intención de hacer aquello que en el Perú es una norma no escrita “más vale un mal arreglo que un buen juicio”.
Rápidamente me di cuenta que no tenían intenciones de llegar a un buen entendimiento, lo cual me motivó a pedir al policía que nos lleve a la delegación correspondiente y que los especialistas en la materia se hagan cargo. Craso error de mi parte, no sabia que estaba llevando a mis seres queridos a “la boca del lobo”. Al llegar a la delegación policial de Jesús María, los efectivos policiales me “invitaron” a retirarme, pidiendo conversar únicamente con los pilotos implicados. De nada sirvió el mencionarles que el vehículo de los dizque músicos no contaba con revisión técnica vehicular, que sus faros delanteros y posteriores estaban rotos, que sus direccionales delanteras eran inexistentes, mucho menos que su parachoques posterior pendía de un alambre; todo esto era de “poca monta” frente a la súbita presencia de los familiares del artista -los padres, la mujer, la hija, la mascota...¡todo vale!- quienes manifestaban que se trataba de un buen hijo, un ejemplar hermano, un extraordinario esposo, un abnegado padre, un amigable vecino y toda la sarta de sandeces que suelen decir de los delincuentes cuando son abatidos o capturados.
![]() |
Estado del vehículo que causo el accidente |
Terminaré esta historia mencionando que me fui a descansar intranquilo, aparentemente las primeras pesquisas policiales determinaron que el vehículo en el cual circulaban mi esposa, mi sobrina y mi hijo había realizado un temerario giro aéreo -porque otra explicación no encuentro- y habría colisionado por detrás al vehículo de placa D0J233, que transportaba a los músicos de la archi, master, ultra, mega, híper, recontra conocida Orquesta “Son de Clase”. Increible, pero cierto.
No queda más que confiar en que el caso llegue a las manos de un buen policía, de aquellos que luchan día a día por brindar un buen servicio a la población, de aquellos que no dudan en poner el pecho ante la adversidad, de aquellos que cuidan nuestra vida a costa de la suya propia; porque estoy seguro de que los hay, y muchos; aunque también estoy seguro que no había ninguno de servicio aquel día en esa delegación.
martes, 29 de agosto de 2017
Viviendo en medio de la Impunidad
Para nadie es un secreto que para vivir en armonía con
nuestros semejantes debemos cumplir ciertas reglas, esperando que el prójimo
haga lo mismo y así poder asegurar la sana convivencia. Si todos hiciéramos
nuestra parte, viviríamos en una sociedad segura, una sociedad orientada hacia
el éxito y el progreso.
Sin embargo, en nuestro medio vemos día a día el trato desigual que brindan las autoridades a las personas, favoreciendo la impunidad para unos y exagerando las penas para otros; esto nos lleva inevitablemente al caos, al desorden, al miedo y a la injusticia. Y no debería ser así, la justicia consiste en darle a cada quien aquello que le corresponde, premiar al ciudadano ejemplar y castigar al ciudadano que no cumple con sus obligaciones.
Lamentablemente nuestra subcultura nos ha llevado a asumir el papel de "vivos", que no es otra cosa que vivir alejado de aquello que es correcto; pensamos siempre en "hecha la ley, hecha la trampa" y se convierte en norma de aplicación diaria. ¿Acaso no es pan de cada día ver choferes que hacen caso omiso a las señales de tránsito? ¿No es común ver personas que dejan sus desperdicios donde no corresponde? ¿No es habitual ver personas que hacen uso de los sitios exclusivos para discapacitados sin serlo? ¿No es usual ver personas que pretenden imponer sus ideas pues son dueños de la razón?
Es probable que hayamos cometido alguna de estas faltas, pensando que se trata de asuntos menores y sin importancia; y que -obviamente- no nos pasara nada, es decir, quedará en medio de la impunidad. Entonces, aunque duela aceptarlo, somos nosotros los que abrimos las puertas a los muchos males que aquejan a nuestro Perú el día de hoy. Y es que existen personas con mente retorcida, violenta y siniestra que han degenerado la idea y se sienten capaces de instaurar el caos, la zozobra y el miedo; personas dueñas de una insana capacidad de tomar aquello que no les pertenece, así sea la vida de otra persona; personas que han crecido viendo y viviendo nuestra realidad nacional, misma que dicta que -a menos que toquen a un personaje público o de poder- no pasara nada por las atrocidades cometidas.
Nuestras autoridades políticas parecen amar esta realidad; y es que su mente, putrefacta por la ambición y avaricia, les indica que así sus fechorías pasaran inadvertidas, amparadas en un poder judicial corrupto e ineficiente. Así, a nuestros últimos gobernantes no les ha importado -por lo menos no mostraron el interés adecuado- que en el Perú se robe, se extorsione, se viole, se estafe, se torture y se asesine; pues el clima de impunidad que vive el país los alcanza a ellos y les permite "hacer su agosto" mientras les dure su mandato.
En resumen, la ley no aplica para el entorno de las autoridades, o se emplea bajo reglas no escritas que rigen para su propia conveniencia; esto sumado a los privilegios que gozan las élites económicas, deja al común de los ciudadanos en clara desventaja, completamente desprotegidos y abandonados a su suerte. Ante este clima de impunidad, la violencia y la corrupción han avanzado a pasos agigantados, extendiéndose por todos los rincones del país e instaurando un sentimiento de temor en la población.
Es momento que nos demos cuenta que nuestras autoridades no están cumpliendo con su fin fundamental: brindar bienestar a la población. Y no lo hacen porque su interés primordial es mantener un ambiente de impunidad que les permita seguir gobernando para beneficio propio. Afortunadamente para ellos el pueblo peruano no tiene la capacidad de “ver más allá de sus narices”, nos mantienen distraídos con la huelga médica, con el enfrentamiento magisterio versus policía, con la deportación de Korina Rivadeyra, con el indulto a Alberto Fujimori o con la detención de Ollanta Humala, entre otros eventos que distraen nuestra atención de lo único cierto y real: nuestro país marcha a la deriva.
Es nuestro deber construir un Estado que garantice nuestros derechos y no permita que queden impunes los crímenes o se enriquezcan políticos a costa de nuestro trabajo. Se acerca una oportunidad de oro para mostrarle a la clase política que estamos cambiando, que ya no nos comemos el cuento; se vienen las elecciones municipales y ya aparecieron los primeros candidatos con su sonrisa de campeonato mundial y su repentino acercamiento a la población. A no dejarnos engañar, elijamos alguien serio, probo, crítico y capaz de sacar los pueblos adelante; basta de políticos reciclados, personajes de farándula y caras bonitas; que esta vez nuestro voto si cuente, nuestro futuro -y el de nuestras familias- depende de ello.
Sin embargo, en nuestro medio vemos día a día el trato desigual que brindan las autoridades a las personas, favoreciendo la impunidad para unos y exagerando las penas para otros; esto nos lleva inevitablemente al caos, al desorden, al miedo y a la injusticia. Y no debería ser así, la justicia consiste en darle a cada quien aquello que le corresponde, premiar al ciudadano ejemplar y castigar al ciudadano que no cumple con sus obligaciones.
Lamentablemente nuestra subcultura nos ha llevado a asumir el papel de "vivos", que no es otra cosa que vivir alejado de aquello que es correcto; pensamos siempre en "hecha la ley, hecha la trampa" y se convierte en norma de aplicación diaria. ¿Acaso no es pan de cada día ver choferes que hacen caso omiso a las señales de tránsito? ¿No es común ver personas que dejan sus desperdicios donde no corresponde? ¿No es habitual ver personas que hacen uso de los sitios exclusivos para discapacitados sin serlo? ¿No es usual ver personas que pretenden imponer sus ideas pues son dueños de la razón?
Es probable que hayamos cometido alguna de estas faltas, pensando que se trata de asuntos menores y sin importancia; y que -obviamente- no nos pasara nada, es decir, quedará en medio de la impunidad. Entonces, aunque duela aceptarlo, somos nosotros los que abrimos las puertas a los muchos males que aquejan a nuestro Perú el día de hoy. Y es que existen personas con mente retorcida, violenta y siniestra que han degenerado la idea y se sienten capaces de instaurar el caos, la zozobra y el miedo; personas dueñas de una insana capacidad de tomar aquello que no les pertenece, así sea la vida de otra persona; personas que han crecido viendo y viviendo nuestra realidad nacional, misma que dicta que -a menos que toquen a un personaje público o de poder- no pasara nada por las atrocidades cometidas.
Nuestras autoridades políticas parecen amar esta realidad; y es que su mente, putrefacta por la ambición y avaricia, les indica que así sus fechorías pasaran inadvertidas, amparadas en un poder judicial corrupto e ineficiente. Así, a nuestros últimos gobernantes no les ha importado -por lo menos no mostraron el interés adecuado- que en el Perú se robe, se extorsione, se viole, se estafe, se torture y se asesine; pues el clima de impunidad que vive el país los alcanza a ellos y les permite "hacer su agosto" mientras les dure su mandato.
En resumen, la ley no aplica para el entorno de las autoridades, o se emplea bajo reglas no escritas que rigen para su propia conveniencia; esto sumado a los privilegios que gozan las élites económicas, deja al común de los ciudadanos en clara desventaja, completamente desprotegidos y abandonados a su suerte. Ante este clima de impunidad, la violencia y la corrupción han avanzado a pasos agigantados, extendiéndose por todos los rincones del país e instaurando un sentimiento de temor en la población.
Es momento que nos demos cuenta que nuestras autoridades no están cumpliendo con su fin fundamental: brindar bienestar a la población. Y no lo hacen porque su interés primordial es mantener un ambiente de impunidad que les permita seguir gobernando para beneficio propio. Afortunadamente para ellos el pueblo peruano no tiene la capacidad de “ver más allá de sus narices”, nos mantienen distraídos con la huelga médica, con el enfrentamiento magisterio versus policía, con la deportación de Korina Rivadeyra, con el indulto a Alberto Fujimori o con la detención de Ollanta Humala, entre otros eventos que distraen nuestra atención de lo único cierto y real: nuestro país marcha a la deriva.
Es nuestro deber construir un Estado que garantice nuestros derechos y no permita que queden impunes los crímenes o se enriquezcan políticos a costa de nuestro trabajo. Se acerca una oportunidad de oro para mostrarle a la clase política que estamos cambiando, que ya no nos comemos el cuento; se vienen las elecciones municipales y ya aparecieron los primeros candidatos con su sonrisa de campeonato mundial y su repentino acercamiento a la población. A no dejarnos engañar, elijamos alguien serio, probo, crítico y capaz de sacar los pueblos adelante; basta de políticos reciclados, personajes de farándula y caras bonitas; que esta vez nuestro voto si cuente, nuestro futuro -y el de nuestras familias- depende de ello.
lunes, 14 de agosto de 2017
La Prevención del Bullying Empieza en Casa
En esta ocasión hablare acerca de una palabrita novedosa, usada en forma indiscriminada y muchas veces fuera de su real contexto, producto del alienamiento cultural que padecemos, palabra favorita de la prensa y utilizada rápidamente por los medios; me refiero al temido bullying, que dicho en buen castellano no es otra cosa que el acoso escolar.
Lo digo así de simple y directo porque el acoso escolar es algo que siempre existió –y que probablemente siempre existirá-, porque las personas abusadoras y abusivas siempre existieron, porque los niños y jóvenes timoratos y callados no son una invención moderna, porque el peruano es envidioso por naturaleza -aunque nos duela aceptarlo-, porque la malicia siempre seduce y despierta nuestras más bajas pasiones. Recuerdo mis épocas de alumno, era casi una obligación que cada aula tenga su lorna oficial, aquel compañero que era blanco de bromas de todo calibre, aquel muchacho que recibía alegremente los apanados a la hora de recreo, aquel jovenzuelo que había descubierto la sumisión como arma para ser aceptado dentro del grupo; y es que finalmente era así: el lorna era uno más del grupo.
¿Qué ha cambiado entonces? Pues varias cosas, para empezar la dichosa palabrita suena bonita, aristocrática y cool; esto ha hecho que la prensa la utilice hasta por gusto bautizando cualquier tipo de agresión -por mínima que esta sea- como bullying; es decir, un psicosocial de primera. Hay que añadir una generación con una baja autoestima, producto de nuestro maldito pensamiento de querer entregar gratuitamente a nuestros hijos aquellos beneficios que no teníamos a su edad, brindándoles todo aquello que esté a nuestro alcance en forma sencilla y rápida, acostumbrándolos a tener una pobre tolerancia ante la frustración, enseñándoles a pensar solo en ellos mismos sin importar los demás. Finalmente, ahora el bully o persona objeto del acoso, ya no es parte del grupo.
Bajo estas premisas, el abusivo lo seguirá siendo pues le enseñaron que tiene derecho a todo lo que quiera; la víctima caerá en la más profunda miseria pues no le enseñaron a hacer frente a los problemas, no sabe pedir ayuda pues nunca la necesito -siempre le dieron en la yema del gusto-; y los testigos no intervendrán ni dirán nada, después de todo ese no es su problema.
Día a día vemos noticias en las que niños y jóvenes sufren a causa del acoso escolar; y es muy fácil buscar como culpable a la escuela, cuando en realidad corresponde a las familias como primeras educadoras darles a sus hijos las herramientas necesarias para desenvolverse sanamente en la sociedad; con una alta autoestima y un enorme sentido de respeto para con nuestro prójimo.
Lo digo así de simple y directo porque el acoso escolar es algo que siempre existió –y que probablemente siempre existirá-, porque las personas abusadoras y abusivas siempre existieron, porque los niños y jóvenes timoratos y callados no son una invención moderna, porque el peruano es envidioso por naturaleza -aunque nos duela aceptarlo-, porque la malicia siempre seduce y despierta nuestras más bajas pasiones. Recuerdo mis épocas de alumno, era casi una obligación que cada aula tenga su lorna oficial, aquel compañero que era blanco de bromas de todo calibre, aquel muchacho que recibía alegremente los apanados a la hora de recreo, aquel jovenzuelo que había descubierto la sumisión como arma para ser aceptado dentro del grupo; y es que finalmente era así: el lorna era uno más del grupo.
¿Qué ha cambiado entonces? Pues varias cosas, para empezar la dichosa palabrita suena bonita, aristocrática y cool; esto ha hecho que la prensa la utilice hasta por gusto bautizando cualquier tipo de agresión -por mínima que esta sea- como bullying; es decir, un psicosocial de primera. Hay que añadir una generación con una baja autoestima, producto de nuestro maldito pensamiento de querer entregar gratuitamente a nuestros hijos aquellos beneficios que no teníamos a su edad, brindándoles todo aquello que esté a nuestro alcance en forma sencilla y rápida, acostumbrándolos a tener una pobre tolerancia ante la frustración, enseñándoles a pensar solo en ellos mismos sin importar los demás. Finalmente, ahora el bully o persona objeto del acoso, ya no es parte del grupo.
Bajo estas premisas, el abusivo lo seguirá siendo pues le enseñaron que tiene derecho a todo lo que quiera; la víctima caerá en la más profunda miseria pues no le enseñaron a hacer frente a los problemas, no sabe pedir ayuda pues nunca la necesito -siempre le dieron en la yema del gusto-; y los testigos no intervendrán ni dirán nada, después de todo ese no es su problema.
Día a día vemos noticias en las que niños y jóvenes sufren a causa del acoso escolar; y es muy fácil buscar como culpable a la escuela, cuando en realidad corresponde a las familias como primeras educadoras darles a sus hijos las herramientas necesarias para desenvolverse sanamente en la sociedad; con una alta autoestima y un enorme sentido de respeto para con nuestro prójimo.
jueves, 27 de julio de 2017
Al Maestro con Cariño... y Respeto
El mes de Julio es un mes de gran valor para nosotros los peruanos, es el mes en el cual celebramos nuestra independencia; quizá ello haya motivado que otras festividades importantes del mes se vean minimizadas o pasen casi desapercibidas, una de ellas es el Día del Maestro.
Me pongo entonces a pensar y no siempre fue así, esta fecha ha pasado de ser un evento de magnitudes colosales a convertirse en una fecha más del calendario cívico escolar.
En mis épocas de colegio esperábamos con mucha alegría este día, era algo casi mágico para nosotros; por ello, torturabamos a nuestros padres para poder llevarle el detalle perfecto a la Miss o al Profe, personajes admirables y respetables por donde se les mire. Recuerdo que las secciones competían por ver que profesora o profesor se llevaba más regalos a casa, ¡queríamos hacerlos felices!
Son los tiempos modernos los que han hecho que los padres utilicen el aniversario de nuestra independencia como distractor perfecto para olvidar el homenaje al maestro; tamaña injusticia de nuestra parte, porque sin maestros no existiría nada, ni siquiera nuestra tan mentada libertad del yugo español.
Si observamos otras realidades, veremos cómo existe un estrecho vínculo entre el desarrollo y la cultura; los países que avanzan y progresan lo hacen de la mano de sistemas educativos coherentes, armoniosos y respetuosos. Dicho lo anterior, me atrevo a afirmar que nuestro subdesarrollo se debe a la subcultura nacional que tenemos; misma que nos lleva a querer sacarle la vuelta a la autoridad, a las leyes, a las instituciones; en resumen, querer pasarnos de listos, o -dicho en otras palabras- querer hacernos los vivos.
Todo parece indicar que a nuestras autoridades les encanta este desamor para con los docentes, pues este abre un peligroso camino hacia la ignorancia. Nos lo advirtió uno de nuestros libertadores, el genial Simon Bolívar: "Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción", y parece que en ese camino andamos. Es precisamente esa ignorancia la que nos lleva a elegir erróneamente, elección tras elección, a las personas que llevan las riendas del país.
Nuestras autoridades llevaron los sueldos de los maestros a niveles de miseria, nos vendieron la idea de que los colegios privados son unas mafias dedicadas a comerse el dinero de los padres de familia, idearon y promulgaron la famosa ley "perro muerto", satanizaron a las editoriales, les dijeron a los padres de familia tenían que ser partícipes de la elección de textos de sus hijos y que tener todos los útiles era de poca importancia, entre otras "perlas" que nos han llevado al inevitable resultado de tener un magisterio mal visto y una realidad educativa muy pobre.
Es cada vez más común toparnos con padres de familia que pretenden saber más que los docentes, que discuten sus labores, que minimizan su aporte en la formación de sus hijos; en otras palabras, existe un menosprecio total. No consideran que para formar a sus hijos, un docente se prepara exhaustivamente durante muchos años, mucho menos que la actualización docente es pan de cada día en un mundo cuya constante es el cambio; el padre de familia simplemente piensa que él sabe más, y no tiene problema en dejarlo en claro frente a sus propios hijos.
Por eso estas líneas pretenden hacer un llamado a la conciencia, piensen ustedes donde estarían si no fuera por sus maestros, los buenos y los no tan buenos -de todo hay en la viña del Señor-, ¿acaso no son ellos los que les ayudaron a desarrollar sus habilidades y destrezas y los llevaron de la mano por la autopista del conocimiento y el saber? Pues los maestros de hoy pretendemos lo mismo para con sus hijos, buscamos lograr la excelencia en ellos; y para ello solo necesitamos que los padres de familia respeten nuestro trabajo y nos dejen hacerlo, después de todo, ¡para eso nos preparamos!
Si a esta altura usted, amable lector, aún no entiende que pretendo con esta publicación, pues lo resumiré en una palabra: RESPETO. Un padre de familia respeta a un docente cuando valora su trabajo, cuando le brinda confianza y poder de decisión sobre sus hijos, cuando entiende que las instituciones educativas del Estado necesitan su apoyo -el presupuesto irrisorio del gobierno hace que el aporte de los padres de familia sea vital, no se dejen engañar-, cuando paga puntualmente las pensiones de enseñanza en las instituciones educativas privadas -por lógica lineal, si usted no paga a tiempo, difícilmente el docente recibe su pago a tiempo-, cuando no se deja engañar por personajes públicos que presumen de ayudar a las familias y su economía cuando en realidad solo buscan votos para iniciar su carrera de congresista, cuando entienden que tienen un rol protagónico en la formación de hábitos y virtudes en sus hijos -lo cual se consigue en casa, no en la escuela-, cuando no justifican los fracasos escolares de sus hijos en una mala práctica docente o en los mil y un déficit que hoy en día se han catalogado, entre otras.
La posición estratégica del padre de familia es vital: están en posición de exigir a las autoridades mejores estándares educativos acompañados de un mejor reconocimiento al docente; y está en ellos mostrar a sus hijos que al maestro se le debe respeto y cariño, así nuestros niños y jóvenes volverán a vernos como lo que somos, los grandes artesanos de su futuro, un futuro del cual padres y docentes deseamos estar orgullosos. Un buen ciudadano, un hombre exitoso empieza a construirse en base al respeto a sus maestros, sus formadores; o ¿acaso ustedes no recuerdan todo lo que hicieron sus maestros por ustedes?
Me pongo entonces a pensar y no siempre fue así, esta fecha ha pasado de ser un evento de magnitudes colosales a convertirse en una fecha más del calendario cívico escolar.
En mis épocas de colegio esperábamos con mucha alegría este día, era algo casi mágico para nosotros; por ello, torturabamos a nuestros padres para poder llevarle el detalle perfecto a la Miss o al Profe, personajes admirables y respetables por donde se les mire. Recuerdo que las secciones competían por ver que profesora o profesor se llevaba más regalos a casa, ¡queríamos hacerlos felices!
Son los tiempos modernos los que han hecho que los padres utilicen el aniversario de nuestra independencia como distractor perfecto para olvidar el homenaje al maestro; tamaña injusticia de nuestra parte, porque sin maestros no existiría nada, ni siquiera nuestra tan mentada libertad del yugo español.
Si observamos otras realidades, veremos cómo existe un estrecho vínculo entre el desarrollo y la cultura; los países que avanzan y progresan lo hacen de la mano de sistemas educativos coherentes, armoniosos y respetuosos. Dicho lo anterior, me atrevo a afirmar que nuestro subdesarrollo se debe a la subcultura nacional que tenemos; misma que nos lleva a querer sacarle la vuelta a la autoridad, a las leyes, a las instituciones; en resumen, querer pasarnos de listos, o -dicho en otras palabras- querer hacernos los vivos.
Todo parece indicar que a nuestras autoridades les encanta este desamor para con los docentes, pues este abre un peligroso camino hacia la ignorancia. Nos lo advirtió uno de nuestros libertadores, el genial Simon Bolívar: "Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción", y parece que en ese camino andamos. Es precisamente esa ignorancia la que nos lleva a elegir erróneamente, elección tras elección, a las personas que llevan las riendas del país.
Nuestras autoridades llevaron los sueldos de los maestros a niveles de miseria, nos vendieron la idea de que los colegios privados son unas mafias dedicadas a comerse el dinero de los padres de familia, idearon y promulgaron la famosa ley "perro muerto", satanizaron a las editoriales, les dijeron a los padres de familia tenían que ser partícipes de la elección de textos de sus hijos y que tener todos los útiles era de poca importancia, entre otras "perlas" que nos han llevado al inevitable resultado de tener un magisterio mal visto y una realidad educativa muy pobre.
Es cada vez más común toparnos con padres de familia que pretenden saber más que los docentes, que discuten sus labores, que minimizan su aporte en la formación de sus hijos; en otras palabras, existe un menosprecio total. No consideran que para formar a sus hijos, un docente se prepara exhaustivamente durante muchos años, mucho menos que la actualización docente es pan de cada día en un mundo cuya constante es el cambio; el padre de familia simplemente piensa que él sabe más, y no tiene problema en dejarlo en claro frente a sus propios hijos.
Por eso estas líneas pretenden hacer un llamado a la conciencia, piensen ustedes donde estarían si no fuera por sus maestros, los buenos y los no tan buenos -de todo hay en la viña del Señor-, ¿acaso no son ellos los que les ayudaron a desarrollar sus habilidades y destrezas y los llevaron de la mano por la autopista del conocimiento y el saber? Pues los maestros de hoy pretendemos lo mismo para con sus hijos, buscamos lograr la excelencia en ellos; y para ello solo necesitamos que los padres de familia respeten nuestro trabajo y nos dejen hacerlo, después de todo, ¡para eso nos preparamos!
Si a esta altura usted, amable lector, aún no entiende que pretendo con esta publicación, pues lo resumiré en una palabra: RESPETO. Un padre de familia respeta a un docente cuando valora su trabajo, cuando le brinda confianza y poder de decisión sobre sus hijos, cuando entiende que las instituciones educativas del Estado necesitan su apoyo -el presupuesto irrisorio del gobierno hace que el aporte de los padres de familia sea vital, no se dejen engañar-, cuando paga puntualmente las pensiones de enseñanza en las instituciones educativas privadas -por lógica lineal, si usted no paga a tiempo, difícilmente el docente recibe su pago a tiempo-, cuando no se deja engañar por personajes públicos que presumen de ayudar a las familias y su economía cuando en realidad solo buscan votos para iniciar su carrera de congresista, cuando entienden que tienen un rol protagónico en la formación de hábitos y virtudes en sus hijos -lo cual se consigue en casa, no en la escuela-, cuando no justifican los fracasos escolares de sus hijos en una mala práctica docente o en los mil y un déficit que hoy en día se han catalogado, entre otras.
La posición estratégica del padre de familia es vital: están en posición de exigir a las autoridades mejores estándares educativos acompañados de un mejor reconocimiento al docente; y está en ellos mostrar a sus hijos que al maestro se le debe respeto y cariño, así nuestros niños y jóvenes volverán a vernos como lo que somos, los grandes artesanos de su futuro, un futuro del cual padres y docentes deseamos estar orgullosos. Un buen ciudadano, un hombre exitoso empieza a construirse en base al respeto a sus maestros, sus formadores; o ¿acaso ustedes no recuerdan todo lo que hicieron sus maestros por ustedes?
viernes, 23 de junio de 2017
Una publicación que me devuelve la fe
Al leer la revista "Orgullo" y ver que el Municipio de San Borja se enorgullece del avance en cuanto a la instalación de elementos de control de velocidad -las famosas gibas o rompemuelles- no puedo evitar preguntarme: ¿cuándo llegaran al Jr. Mercator cuadra 5? Zona escolar que no cuenta con dichos elementos en forma adecuada; de hecho tampoco cuenta con una apropiada señalización, mucho menos con algo tan básico como un crucero peatonal.
Y es que hace un buen tiempo tengo una espina clavada en mi ser, misma que proviene de un evento desafortunado que había prometido mantener en secreto; pero esta Revista Municipal -que quisiera creer no se trata de una publicación publicitaria- se encargó de traerlo de vuelta, hacer que lo reviva como si fuera hoy. Resulta que hace un par de años nuestras autoridades ediles tuvieron la genial idea de "borrar" la cebra peatonal que existía a la altura de la puerta principal del colegio que dirijo, muy envalentonado me apersone en las oficinas de la gerencia municipal encargada de estos temas a solicitar restituyan la cebra, así mismo aproveche indicar las carencias que teníamos en cuanto a señalización y los, ahora famosos, elementos reductores de velocidad. El gerente municipal, un comandante del cual no recuerdo su nombre pero si su pedantería, se negó atenderme -digo se negó porque él dijo que no me atendería delante mío- haciendo que un ingeniero cumpla a cabalidad con el origen etimológico de la palabra y se las ingenie para explicarme porqué no correspondía giba ni cebra peatonal sobre la calzada del frontis del colegio, indicándome además que no existían las facilidades para instalar una adecuada señalización vertical en la zona.
Por un momento me llene de fe y apele a su razonabilidad, proponiéndole una solución integral al problema, la instalación de un nada complejo artilugio al cual los peruanos hemos bautizado como camellón. Esta sencilla construcción eleva la altura de una sección transversal de la calzada hasta el nivel de las aceras, haciendo que estás se puedan unir fácilmente. Esto solucionaba -a mi modesto parecer- no solo nuestros tres problemas o carencias pues el camellón de por si es un elemento reductor de velocidad, por sus dimensiones sirve como crucero peatonal y además brindaba las facilidades técnicas para instalar las señales verticales; sino que además serviría como una opción de acercamiento para las personas con discapacidad, dado que la acera en esta zona no se encuentra adecuadamente nivelada -notese que la publicación también habla sobre la "preocupación" del distrito sobre este tema-. El ingeniero me indicó que en caso deseara hacer tal obra, debía dirigirme al municipio metropolitano, me entregó un post-it con los números de ordenanzas y normas técnicas que se debían cumplir y me mando de vuelta a mi trabajo.
Las personas que me conocen saben que no soy de darme por vencido pronto, así que volví a la carga, esta vez intente explicarle que la legislación peruana vela principalmente por el bienestar de los niños y jóvenes, y que las medidas que venían tomando afectaban directamente su seguridad: ¡la Municipalidad de San Borja estaba dejando desprotegidos a sus niños y jóvenes! Creo que mi comentario no le gusto en absoluto pues en respuesta me dijo muy cariñosamente que ellos sabían lo que hacían y que yo debería estar agradecido de que no retirasen la "media giba" que existe, pues esta tampoco nos correspondía.
Créanme que leí de cabo a rabo los dichosos documentos y llegue a la conclusión de que en San Borja no querían ser razonables, tampoco deseaban protegen a los cientos de niños que estudiaban y estudian en muchos colegios de San Borja. Además del centro educativo que dirijo he podido apreciar cebras borradas en el frontis del nido María Inmaculada y a la altura de las puertas de ingreso de los colegios Romeo Luna Victoria y Libertador San Martín; no existen elementos reductores ni señalización adecuada en las inmediaciones de los nidos María de Los Ángeles, Felices y Talentosos y otros muchos.
Seguramente alguien me dirá que pretendo estar por encima de la ley, pero no es así, solo pretendo que las autoridades sean razonables con las instituciones educativas del distrito y velen por la seguridad de nuestros niños y jóvenes. Después de todo, los vecinos sanborjinos nos caracterizamos por ser razonables, y lo demostramos al no reclamar por el camellón de dimensiones colosales sobre la calzada del frontis del palacio municipal -yo que he leído las normas, doy fe que excede largamente las normas reglamentarias-; también somos razonables con el cierre diario de la calle sobre la cual se encuentra la puerta de acceso de la cuna-jardín municipal, mismo que se produce a la hora de ingreso y salida del alumnado. De más está decir que nos gustaría tener autoridades igual de razonables.
Por eso la última edición de la Revista "Orgullo" me hace pensar que podríamos volver a creer, pensar que las autoridades razonables han llegado y con ello quizá los elementos reductores de velocidad, y así recuperar algo de la calma perdida. Mi propuesta es la misma de hace unos años, un camellón que haga las veces de elemento reductor de velocidad, crucero peatonal y base para poder colocar la señalización vertical; no hace falta ser un genio en urbanismo y tránsito para darse cuenta de ello, solo hace falta de una pizca de sentido común. A los genios de la comuna sanborjina los esperare con optimismo en la cuadra 5 del Jr. Mercator, ojalá Nuestra Señora del Rosario los ilumine y les marque el camino.
Y es que hace un buen tiempo tengo una espina clavada en mi ser, misma que proviene de un evento desafortunado que había prometido mantener en secreto; pero esta Revista Municipal -que quisiera creer no se trata de una publicación publicitaria- se encargó de traerlo de vuelta, hacer que lo reviva como si fuera hoy. Resulta que hace un par de años nuestras autoridades ediles tuvieron la genial idea de "borrar" la cebra peatonal que existía a la altura de la puerta principal del colegio que dirijo, muy envalentonado me apersone en las oficinas de la gerencia municipal encargada de estos temas a solicitar restituyan la cebra, así mismo aproveche indicar las carencias que teníamos en cuanto a señalización y los, ahora famosos, elementos reductores de velocidad. El gerente municipal, un comandante del cual no recuerdo su nombre pero si su pedantería, se negó atenderme -digo se negó porque él dijo que no me atendería delante mío- haciendo que un ingeniero cumpla a cabalidad con el origen etimológico de la palabra y se las ingenie para explicarme porqué no correspondía giba ni cebra peatonal sobre la calzada del frontis del colegio, indicándome además que no existían las facilidades para instalar una adecuada señalización vertical en la zona.
Por un momento me llene de fe y apele a su razonabilidad, proponiéndole una solución integral al problema, la instalación de un nada complejo artilugio al cual los peruanos hemos bautizado como camellón. Esta sencilla construcción eleva la altura de una sección transversal de la calzada hasta el nivel de las aceras, haciendo que estás se puedan unir fácilmente. Esto solucionaba -a mi modesto parecer- no solo nuestros tres problemas o carencias pues el camellón de por si es un elemento reductor de velocidad, por sus dimensiones sirve como crucero peatonal y además brindaba las facilidades técnicas para instalar las señales verticales; sino que además serviría como una opción de acercamiento para las personas con discapacidad, dado que la acera en esta zona no se encuentra adecuadamente nivelada -notese que la publicación también habla sobre la "preocupación" del distrito sobre este tema-. El ingeniero me indicó que en caso deseara hacer tal obra, debía dirigirme al municipio metropolitano, me entregó un post-it con los números de ordenanzas y normas técnicas que se debían cumplir y me mando de vuelta a mi trabajo.
Las personas que me conocen saben que no soy de darme por vencido pronto, así que volví a la carga, esta vez intente explicarle que la legislación peruana vela principalmente por el bienestar de los niños y jóvenes, y que las medidas que venían tomando afectaban directamente su seguridad: ¡la Municipalidad de San Borja estaba dejando desprotegidos a sus niños y jóvenes! Creo que mi comentario no le gusto en absoluto pues en respuesta me dijo muy cariñosamente que ellos sabían lo que hacían y que yo debería estar agradecido de que no retirasen la "media giba" que existe, pues esta tampoco nos correspondía.
Créanme que leí de cabo a rabo los dichosos documentos y llegue a la conclusión de que en San Borja no querían ser razonables, tampoco deseaban protegen a los cientos de niños que estudiaban y estudian en muchos colegios de San Borja. Además del centro educativo que dirijo he podido apreciar cebras borradas en el frontis del nido María Inmaculada y a la altura de las puertas de ingreso de los colegios Romeo Luna Victoria y Libertador San Martín; no existen elementos reductores ni señalización adecuada en las inmediaciones de los nidos María de Los Ángeles, Felices y Talentosos y otros muchos.
Seguramente alguien me dirá que pretendo estar por encima de la ley, pero no es así, solo pretendo que las autoridades sean razonables con las instituciones educativas del distrito y velen por la seguridad de nuestros niños y jóvenes. Después de todo, los vecinos sanborjinos nos caracterizamos por ser razonables, y lo demostramos al no reclamar por el camellón de dimensiones colosales sobre la calzada del frontis del palacio municipal -yo que he leído las normas, doy fe que excede largamente las normas reglamentarias-; también somos razonables con el cierre diario de la calle sobre la cual se encuentra la puerta de acceso de la cuna-jardín municipal, mismo que se produce a la hora de ingreso y salida del alumnado. De más está decir que nos gustaría tener autoridades igual de razonables.
Por eso la última edición de la Revista "Orgullo" me hace pensar que podríamos volver a creer, pensar que las autoridades razonables han llegado y con ello quizá los elementos reductores de velocidad, y así recuperar algo de la calma perdida. Mi propuesta es la misma de hace unos años, un camellón que haga las veces de elemento reductor de velocidad, crucero peatonal y base para poder colocar la señalización vertical; no hace falta ser un genio en urbanismo y tránsito para darse cuenta de ello, solo hace falta de una pizca de sentido común. A los genios de la comuna sanborjina los esperare con optimismo en la cuadra 5 del Jr. Mercator, ojalá Nuestra Señora del Rosario los ilumine y les marque el camino.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)