martes, 29 de agosto de 2017

Viviendo en medio de la Impunidad

Para nadie es un secreto que para vivir en armonía con nuestros semejantes debemos cumplir ciertas reglas, esperando que el prójimo haga lo mismo y así poder asegurar la sana convivencia. Si todos hiciéramos nuestra parte, viviríamos en una sociedad segura, una sociedad orientada hacia el éxito y el progreso.
Sin embargo, en nuestro medio vemos día a día el trato desigual que brindan las autoridades a las personas, favoreciendo la impunidad para unos y exagerando las penas para otros; esto nos lleva inevitablemente al caos, al desorden, al miedo y a la injusticia. Y no debería ser así, la justicia consiste en darle a cada quien aquello que le corresponde, premiar al ciudadano ejemplar y castigar al ciudadano que no cumple con sus obligaciones.
Lamentablemente nuestra subcultura nos ha llevado a asumir el papel de "vivos", que no es otra cosa que vivir alejado de aquello que es correcto; pensamos siempre en "hecha la ley, hecha la trampa" y se convierte en norma de aplicación diaria. ¿Acaso no es pan de cada día ver choferes que hacen caso omiso a las señales de tránsito? ¿No es común ver personas que dejan sus desperdicios donde no corresponde? ¿No es habitual ver personas que hacen uso de los sitios exclusivos para discapacitados sin serlo? ¿No es usual ver personas que pretenden imponer sus ideas pues son dueños de la razón?
Es probable que hayamos cometido alguna de estas faltas, pensando que se trata de asuntos menores y sin importancia; y que -obviamente- no nos pasara nada, es decir, quedará en medio de la impunidad. Entonces, aunque duela aceptarlo, somos nosotros los que abrimos las puertas a los muchos males que aquejan a nuestro Perú el día de hoy. Y es que existen personas con mente retorcida, violenta y siniestra que han degenerado la idea y se sienten capaces de instaurar el caos, la zozobra y el miedo; personas dueñas de una insana capacidad de tomar aquello que no les pertenece, así sea la vida de otra persona; personas que han crecido viendo y viviendo nuestra realidad nacional, misma que dicta que -a menos que toquen a un personaje público o de poder- no pasara nada por las atrocidades cometidas.
Nuestras autoridades políticas parecen amar esta realidad; y es que su mente, putrefacta por la ambición y avaricia, les indica que así sus fechorías pasaran inadvertidas, amparadas en un poder judicial corrupto e ineficiente. Así, a nuestros últimos gobernantes no les ha importado -por lo menos no mostraron el interés adecuado- que en el Perú se robe, se extorsione, se viole, se estafe, se torture y se asesine; pues el clima de impunidad que vive el país los alcanza a ellos y les permite "hacer su agosto" mientras les dure su mandato.
En resumen, la ley no aplica para el entorno de las autoridades, o se emplea bajo reglas no escritas que rigen para su propia conveniencia; esto sumado a los privilegios que gozan las élites económicas, deja al común de los ciudadanos en clara desventaja, completamente desprotegidos y abandonados a su suerte. Ante este clima de impunidad, la violencia y la corrupción han avanzado a pasos agigantados, extendiéndose por todos los rincones del país e instaurando un sentimiento de temor en la población.
Es momento que nos demos cuenta que nuestras autoridades no están cumpliendo con su fin fundamental: brindar bienestar a la población. Y no lo hacen porque su interés primordial es mantener un ambiente de impunidad que les permita seguir gobernando para beneficio propio. Afortunadamente para ellos el pueblo peruano no tiene la capacidad de “ver más allá de sus narices”, nos mantienen distraídos con la huelga médica, con el enfrentamiento magisterio versus policía, con la deportación de Korina Rivadeyra, con el indulto a Alberto Fujimori o con la detención de Ollanta Humala, entre otros eventos que distraen nuestra atención de lo único cierto y real: nuestro país marcha a la deriva.
Es nuestro deber construir un Estado que garantice nuestros derechos y no permita que queden impunes los crímenes o se enriquezcan políticos a costa de nuestro trabajo. Se acerca una oportunidad de oro para mostrarle a la clase política que estamos cambiando, que ya no nos comemos el cuento; se vienen las elecciones municipales y ya aparecieron los primeros candidatos con su sonrisa de campeonato mundial y su repentino acercamiento a la población. A no dejarnos engañar, elijamos alguien serio, probo, crítico y capaz de sacar los pueblos adelante; basta de políticos reciclados, personajes de farándula y caras bonitas; que esta vez nuestro voto si cuente, nuestro futuro -y el de nuestras familias- depende de ello.

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