domingo, 19 de enero de 2020

Es hora de ser Buen Ciudadano

Es hora de ser Buen Ciudadano
Por: Mg. Francisco J. Martínez Salinas

La Real Academia de la Lengua Española nos indica que un ciudadano es una persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a su vez a sus leyes. Esta situación, llevada a la actualidad de nuestro país nos debería llevar a decir que el próximo 26 de enero ejerceremos nuestro derecho a elegir nuevas autoridades; entonces, ¿por qué muchos lo tomamos como una obligación? Existen posiciones marcadas al respecto, pero en esta ocasión me detendré en dos de ellas.
La primera es aquella en la cual  queda la imagen de que fuimos víctimas de medidas populistas dirigidas a “darnos en la yema del gusto” pero con el altísimo precio de distraer nuestra atención de las cosas realmente importantes. Seamos honestos, la mayoría apoyaba la disolución del Congreso por considerarlo una institución formada mayoritariamente por incompetentes y corruptos; pero lo más importante era que se había instaurado la idea que los desaforados congresistas no podrían ser elegidos nuevamente y que el Gobierno actuaría con firmeza en dar solución a los múltiples y graves problemas del Perú. Al final de cuentas no se dieron ninguno de los supuestos y entonces ahora el pensamiento es que -como diría el Chapulín Colorado- se aprovecharon de nuestra nobleza.
La otra postura es la de aquellos que sienten que la clausura del Poder Legislativo obedece a una bravuconada populista del Poder Ejecutivo, una suerte de prueba de fuerza. Y es que la forma en la cual se sucedieron los eventos fue hasta vergonzosa. Queda entonces la idea de que el cierre se dio por un capricho presidencial, sin que exista una real voluntad de hacer bien las cosas en beneficio del pueblo, y sin ser consciente del tremendo gasto en el cual tiene que incurrir este país, un país en el cual las necesidades son demasiado grandes. Para estas personas el hecho de sufragar supone avalar un accionar que consideran inaceptable por parte de la máxima autoridad del país y de su grupo de poder.
Para todos mis compatriotas que se sientan identificados con lo mencionado en forma precedente, para quienes están pensando en simplemente viciar su voto, y para aquellos que votaran por un partido “no tradicional” con el único fin de eliminar del escenario político a los partidos que consideran malos; debo decirles que ha llegado la hora de asumir responsabilidades frente al desarrollo de nuestra sociedad, ha llegado el momento de ejercer nuestro derecho de tomar decisiones en beneficio del país, ahora es cuando debemos dejar de lado posiciones personales en procura del bien común.
Dejemos de lado el diccionario, no basta con ser simples ciudadanos pues es momento de  convertirnos en ciudadanos virtuosos y conscientes; de aquellos que se informan y analizan las diferentes propuestas con la finalidad de obtener un juicio crítico y con ello tomar la mejor decisión. Es momento de dejar de decidir por una foto bonita, por una propuesta populista o por amiguismos; es hora de dejar de ser víctimas de nuestras propias decisiones y de elegir en beneficio del país: es hora de ser buen ciudadano.

miércoles, 15 de enero de 2020

En busca de una Buena Educación

En busca de una Buena Educación
Por: Mg. Francisco Martínez Salinas

Tengo la convicción plena de que el sistema educativo peruano es una oda a la mediocridad y el conformismo; es un sistema que se encuentra muy lejano de fomentar el conocimiento y peligrosamente cercano a normalizar la ignorancia. También pienso que ese es el plan de los gobiernos, después de todo, un estado inmerso en la ignorancia es un pueblo sumiso y fácilmente manipulable, mismo que les permitirá mantenerse siempre en los círculos de poder.

"Siempre una obediencia ciega supone una ignorancia extrena" Jean Paul Marat

Venimos siendo testigos de la eliminación progresiva de cursos dentro de la curricular escolar -y son justamente aquellos cursos que nos servían para conocer y valorar nuestro legado histórico y para formarnos como buenas personas y ciudadanos- y de la clara situación de desventaja en la que un docente debe llevar a cabo su práctica dia a día. En medio de esta dinámica no han tardado en aparecer situaciones que parecen salidas de una película de ficción, escenas en las que los niños y jóvenes disfrutan torturando y humillando a sus compañeros y maestros.
En nuestro país el nivel educativo es pobrísimo, con una educación pública que deja mucho que desear. Ante este panorama, las autoridades educativas pretenden engañarnos con supuestas mejoras, centrando para ello su trabajo en obtener buenos resultados en las evaluaciones ECE y PISA, armando con ello lindas y coloridas estadísticas que rápidamente son publicadas por los medios de comunicación masiva: quieren “vendernos” la idea de que la educación peruana tiene un crecimiento académico exponencial.
Pero la realidad es otra, una formación integral va más allá del aprender matemática, comunicación o ciencias (lo que evalúan las pruebas mencionadas previamente); necesitamos formar ciudadanos que conozcan cómo funciona el mundo que los rodea, que sepan convivir pacifica y constructivamente, que contribuyan a la mejora de la sociedad, que descubran que es aquello que les apasiona, que comprendan que la vida está llena de retos por superar, que adquieran la capacidad  de adaptarse a un mundo que está en constante cambio y que sepan respetar y cuidar de sí mismos y de los demás.

“Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto” Aristóteles

En resumen, y contrario a lo que nos quieren hacer creer, falta mucho trabajo por hacer; trabajo que no será posible mientras no exista una mayor asignación presupuestal para la educación y una adecuada distribución de la misma, mientras no se plantee un diseño curricular acorde a nuestra realidad y orientado hacia la formación plena de la persona, mientras la docencia siga siendo considerada como una carrera de poca importancia, y mientras las personas no entiendan que solamente una buena educación nos ayudará a salir adelante como pueblo. Mientras tanto, seguimos condenados a una busqueda ciega de la buena educación.

martes, 24 de diciembre de 2019

Trabajando en medio de la informalidad

Hace un tiempo escribía acerca de la viveza criolla, idea que pude ver comparten muchas personas, el problema son aquellas que no comparten el concepto y han hecho de las malas prácticas una insana y peligrosa costumbre. Y es que el agente de realidad para la viveza criolla, por lo menos en un país como el nuestro, es la desgracia.
Hace poco más de dos años fuimos testigos de la terrorífica muerte de unos jóvenes que trabajaban adulterando las marcas de tubos fluorescentes en condiciones muy cercanas a la esclavitud. Todo el Perú se escandalizó, pero aún hoy la informalidad, la desigualdad, la explotación y la desgracia siguen de la mano, ¡a todo nivel!
El triste final que tuvieron las vidas de dos jóvenes trabajadores de una franquicia internacional de comida rápida ha encendido los ánimos y pone nuevamente sobre el tapete las penosas condiciones en las que trabajan muchas personas en nuestro país. Pero no pequemos de ingenuos, no nos dejemos llevar por aquellas voces que pretenden culpar a las prácticas abusivas que las poderosas transnacionales instauran en nuestro país; la culpa real es de la informalidad, corrupción e impunidad que se conjugan en un sistema laboral nefasto.
Comparto plenamente el concepto de que Arcos Dorados es responsable, pero ¿acaso es el único? Queridos lectores, no se engañen pues el ministerio del trabajo, la sunafil, la sunat, las autoridades municipales, el indeci y todos aquellos organismos que deberían velar porque las condiciones mínimas de seguridad y salud se den, son tan culpables como la empresa donde se presentó el fatal accidente.
Pero no solamente estos organismos tienen culpa, la culpa la compartimos todos nosotros, testigos ciegos de un país en el cual el subempleo y la informalidad campean; cómplices de un sistema laboral corrupto y herido que terminamos por aceptar condiciones inaceptables por un sueldo de miseria.

¿Acaso la multa por infracción laboral nos devolverá a estos jóvenes? ¿Será que las inspecciones que realizan por estos días las municipalidades lograrán volver el tiempo atrás? ¿Algún día la sunat medirá a todas las empresas con la misma vara? ¿Servirán los comentarios en redes acerca de la explotación laboral en el pasado para limpiar las conciencias? ¿Seremos capaces de valorar nuestro trabajo y hacer respetar nuestros derechos en un futuro cercano?
La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo no; y nada de esto cambiará hasta que abandonemos la subcultura en la cual vivimos, aquello que algunos han llamado cultura chicha.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Nos seguimos creyendo "vivos"

El nuestro es un país muy curioso, un estado en el cual vivimos pensando en “sacarle la vuelta” a la ley, una nación en la cual cualquier motivo es válido para “hacer nuestro agosto”, somos un pueblo que se siente orgulloso de su “viveza criolla”.
Grandes tragedias se han dado -y se siguen dando- en nuestro querido Perú, mostramos una marcada incapacidad de salir del subdesarrollo y somos -una y otra vez- victimas del populismo y falsas promesas de los políticos y grupos de poder; todo esto a causa de “hacernos los vivos”, por no respetar ni hacer respetar las reglas que nos podrían llevar a tener un futuro promisorio.
Se dice que el peruano es “vivo” cuando toma una filosofía de vida que le lleva a obtener una ventaja, a realizar el mínimo esfuerzo y a obtener el máximo beneficio; todo esto sin tomar en cuenta el bien común ni los derechos del prójimo.
Resulta muy triste ver que en el Perú son muchos los que piensan y actúan bajo este estilo de vida, como mecanismo para obtener “mejores” resultados, y los resultados los sufrimos todos. Un dato importante es que en los países que se emplea la “viveza criolla” como escuela popular de vida, viven en medio de la crisis política, social y económica; razón más que suficiente para cambiar, pero...
Ser “vivos” nos lleva a actuar carentes de ética, valores ni principios; a faltar el respeto a los demás y a las leyes; a vivir en medio de la corrupción administrativa y política; a solucionar los problemas con sobornos o favores ilícitos; a no cumplir con la palabra ni las obligaciones contraídas; a ignorar, minimizar y hasta burlarse de la desgracia ajena; a vivir en medio de anomalías y desviaciones sociales, culpando siempre a otros de nuestras faltas; a pasar por alto la importancia de la educación y cultura; entre otras.
Por suerte el ser “vivos” es una actitud, misma que podemos ir descartando de nuestras vidas; y lo haremos priorizando el uso de nuestro intelecto y nuestras habilidades sociales para aprender, entender, razonar, tomar decisiones correctas y vivir en armonía con la sociedad y el entorno. Solo así, emprenderemos el viaje al desarrollo y la prosperidad.

jueves, 10 de octubre de 2019

Poniendole precio de un sol a tu vida

Lo increible de esta historia es que del mismo lugar parte movilidad formal y gratuita proporcionada por la municipalidad distrital, y que se encuentra solamente a cinco cuadras de la estación de la linea del metro

6.00pm en el distrito de San Borja en Lima, para ser más precisos en la esquina de la avenida del Parque Sur y el Jirón Remington, mi agudeza visual me indica que pronto se liberará un espacio para poder parquear un automóvil, pero de pronto, un tipejo de dudosa reputación se planta frente al estacionamiento y con palabras altisonantes ahuyenta a quien ose tratar de dejar su vehículo ahí; muy cerca por la calle Pietro Torrigiano se escucha el “ronronear” de un motor, y pronto aparece un automóvil y se aparca en el sitio que resguardaba la fiera antes mencionada. Cual gacelas, seis personajes corren hacia el vehículo particular estacionado, abordan atropellándose el uno al otro, y el piloto -enfundado con un fotocheck- parte como si fuera piloto de fórmula 1 hacia la estación San Borja Sur. Son siete cuadras que reportarán un ingreso de seis soles al colectivero, ¡negocio redondo! pero, la seguridad de las personas, ¿dónde queda?
En Lima se estima que operan más de treinta mil colectivos informales (fuente, El Comercio, 13 de Junio de 2019); es decir, ¡tenemos más de treinta mil asesinos en potencia recorriendo nuestras calles! Lo peor de todo es que somos nosotros mismos quienes les brindamos la oportunidad de atentar contra nuestras vidas, al hacer uso de sus irregulares servicios y pagarles por ello.
Pero eso no es todo, como vecino de la zona en mención, he podido ver cómo los efectivos policiales y de la GTU se hacen de la “vista gorda” permitiendo que estos tipejos hagan su agosto. ¿La culpa es de los colectiveros solamente? Absolutamente no, la culpa es compartida con todos aquellos usuarios que le ponen un precio de un sol a sus vidas (el precio del pasaje), con los efectivos policiales que no hacen nada a pesar que saben de sobra acerca de lo que viene ocurriendo, con los “chalecos amarillos” que dicen que no pueden actuar efectivamente ante esta gente, y con los “jaladores” de estos medios de transporte clandestinos y asesinos. Dios quiera que mañana no tengamos que lamentar víctimas, pero de ser así, ojalá todos tomen su posición y asuman sus responsabilidades: las autoridades ciegas, los usuarios irresponsables y los prestadores delincuentes. Espero que todo este caos e impunidad acabe pronto, después de todo, los habitantes de la ciudad que albergó los últimos Juegos Panamericanos, ¿no pueden caminar unas cuantas cuadras?

sábado, 24 de agosto de 2019

Secuestrados por la Violencia

“Somos libres, seámoslo siempre” reza nuestro himno nacional; preciosa pieza de arte compuesta por encargo de nuestro primer libertador, don José de San Martín; porque nuestra libertad -según los textos de historia- no se término de configurar hasta qué Ramón Castilla abolió la esclavitud. Lamentablemente, hoy en día vemos que esta frase no se cumple pues vivimos inmersos en una espiral de insania que ha motivado que nos volvamos un país secuestrado por la violencia.
A diario nos enfrentamos a escenas de violencia de todo tipo -callejera, doméstica, de género, etcétera- pues se ha encontrado en la agresión una forma de validar posturas; nos confrontamos a situaciones límite donde la vida no vale más que un par de soles; nos topamos con hechos inverosímiles que ponen en tela de juicio nuestra propios valores. En resumen, moramos en un país donde la violencia es tan predominante como la humedad en Lima.
Ante esta situación, los peruanos vemos que nuestra libertad ha sido coactada o impedida, pues no podemos decidir libremente sobre qué hacer o a dónde desplazarnos; antes debemos ponernos a pensar en los peligros que nos podría traer el solo hecho de hacer aquello que queremos hacer. ¡Cuántas veces terminamos presos en nuestros propios hogares!
El descontento, malestar y temor son palpables; por ello que los pueblos no dudan en pedir que los militares salgan a las calles a imponer el orden, que las penas sean más drásticas y de aplicación real, que a los menores que delinquen se les castigue con todo el peso de la ley y se les deje de considerar simples “infractores”, que se reordene el caos vehicular y se elimine a los choferes asesinos, que se reorganice, profesionalice y humanice al poder judicial y a las fuerzas del orden, que se reformule y reestructure el modelo educativo para hacerlo más competitivo, y que se destierren en forma definitiva todas las formas de corrupción.
A nuestras autoridades parece no importarles -¿o será que no se dan cuenta?- del gravísimo problema social que se está configurando. Esperamos que cuando pretendan tomar alguna acción real no sea demasiado tarde; porque si las cosas siguen así, el descontento podría acarrear diferentes formas de reacción por parte de los pueblos.
Mientras tanto invito al presidente Vizcarra a dar un paseo dominguero por las calles de Lima sin su seguridad personal, al premier Del Solar a dejar su vehículo estacionado en la vía pública y a su equipo de ministros a pasear por los puentes peatonales de Lima hablando por sus modernos celulares; quizá así se den cuenta de lo que hablamos.

domingo, 7 de julio de 2019

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

La sonrisa de la señorita del counter de Peruvian Airlines era típica de un comercial de crema dental, por esta razón ya esperaba lo peor; sin embargo, me indicó que en esta ocasión sería solo una postergación de casi cuatro horas y con “sanguchitos” como compensación. En realidad no sabia si reírme o llorar frente a esta situación, cuando de pronto recordé que tenía pendiente mi artículo para nuestra revista.
Aunque estaba tentado a escribir acerca del pésimo servicio que prestan ciertas aerolíneas, hay situaciones que indignan más que ello; situaciones como el encarcelamiento que vienen sufriendo los policías y civiles que se vieron en la obligación de enfrentarse a la delincuencia y como resultado abatieron a algún hampón.
Si hace años venimos viendo con estupor cómo muchos civiles que hicieron uso de su armamento legal para ejercer su legítimo derecho de defensa, terminaron tras las rejas; ahora la situación se agrava pues somos testigos de la forma como las fuerzas del orden también terminan prisioneros por haber tenido que emplear sus armas de reglamento en cumplimiento de sus funciones.
Por estos días la indignación del pueblo ha ido creciendo al ver cómo los policías que combatieron con valentía y heroísmo a las hordas del terror e insania delincuencial terminan siendo investigados y privados de su libertad. El caso más sonado -pero no el único- es el del joven y valeroso suboficial Elvis Miranda, quien en medio de un enfrentamiento con una banda delincuencial, abatió a uno de ellos.
Seamos honestos, en nuestro país la Policía Nacional no goza de muy buena reputación a causa de algunos malos elementos; pero cuando encontramos a un agente resuelto a cumplir con su labor poniendo en riesgo su propia vida, la justicia lo castiga encarcelándolo, enviándolo a convivir con aquellos elementos que combate en su día a día, mandándolo a un ambiente hostil y adverso en el cual seguramente tendrá que pasar mil y un penurias.
Casos similares al del suboficial Elvis Miranda le vienen ocurriendo también a otros 93 policías que en cumplimiento de su deber abatieron o hirieron a peligrosos delincuentes y hoy -por absurdo que parezca- son procesados por el Poder Judicial.
Al igual que la mayoría de peruanos me encuentro muy indignado por esta situación, convencido de que el sistema de justicia es una calamidad, pero -sobre todo- preocupado por la actitud que podrían tomar los policías en caso de emergencia. La delincuencia ha ganado terreno en nuestro medio a pasos agigantados, si antes sentíamos preocupación por la inseguridad reinante en las calles, ahora debemos sentir pánico porque la justicia ha atado de manos a las fuerzas del orden.
A nuestras autoridades decirles que no queremos conferencias de prensa, no queremos barullo ni populismo de quinta; los peruanos queremos a nuestros defensores libres y haciendo lo que mejor saben hacer, cuidando nuestra vida aun a costa de la propia.