Hace apenas
unos días recibimos una visita inesperada en nuestro colegio; un amable
caballero preguntaba por cierto directivo, al consultarle su nombre para
anunciarlo, nos dijo que se trataba de un exalumno suyo que llevaba buscándolo
buen tiempo –más de 30 años para ser
precisos– para agradecerle todo que había hecho por él.
Esta escena
me hizo evocar mi infancia y juventud –que
quede claro que me siento joven aún– y me trajo a la mente a algunos de los
más notables maestros y maestras que he tenido a lo largo de mi vida, personas
para las cuales tengo pendiente una deuda de gratitud, la cual en muchos casos
no podré saldar directamente porque ellos ya no están con nosotros físicamente.
Creo que no me equivoco si digo que todos y cada uno de nosotros guardamos
recuerdos imborrables de más de un maestro o maestra, figuras que nos llevaron
de la mano por los laberintos culturales; que suavizaron el desamparo paterno
en la escuela; que formaron nuestra personalidad y que nos convirtieron en
ciudadanos responsables. Lamentablemente cuando uno se da cuenta de esto, es
generalmente tarde y estas personas, por alguna u otra razón habrán
desaparecido de nuestras vidas.
Recordemos
que todos hemos pasado por las aulas, que hemos aprendido con nuestros maestros
y maestras, y que si somos las personas que somos es gracias a ellos; por
aquellas personas que dejaron hasta su ultima pizca de paciencia en las aulas
con la única consigna de lograr que los superemos. Porque no existe ninguna
otra labor en el mundo tan desprendida como la del docente, los únicos que no
se sienten desplazados al ser superados por sus discípulos, todo lo contrario,
el sentimiento de realización personal cuando esto ocurre no tiene precio.
A los padres
decirles entonces que dejemos que realicen bien su labor, apoyando su trabajo;
valorando su esfuerzo; reforzando en casa aquello que nos indiquen; dejemos de
“poner piedras” en su camino en nuestro afán sobreprotector para con nuestros
hijos; y lo más importante, agradezcamos su trabajo. De esta forma nos
estaremos cobrando la revancha de las muchas veces que no pudimos decir gracias
a nuestros propios maestros, estaremos saldando nuestra deuda de gratitud. Y a
los chicos, valoren más el esfuerzo de sus maestros y maestras; respétenlos y
aprendan de sus enseñanzas; den gracias de tenerlos a su lado en las buenas y
en las malas, y háganles saber lo que significan para ustedes, no esperen para
reconocer su trabajo, quizá cuando lo quieran hacer sea demasiado tarde.
No vayan a
pensar ustedes que estas líneas las escribo esperando un saludo masivo; los que
amamos la docencia; los que lo hacemos por pura vocación de servicio; los que
disfrutamos con cada pequeño logro de nuestros pupilos no necesitamos de ello.
Estas líneas las escribo no como docente, las escribo como exalumno de muchos
maestros y maestras a los que agradecerles es un acto de justicia, pues gracias
a sus enseñanzas estoy en donde estoy.
Me siento
orgulloso de ser docente, de compartir lo que sé con las nuevas generaciones.
De ver como poco a poco se van formando los nuevos profesionales del Perú; y sé
que mis colegas se sienten igual; por eso, y antes de finalizar quiero
desearles a todos ustedes, colegas docentes, un muy feliz día del maestro este
6 de Julio y que el Señor nos dé la fortaleza para seguir haciendo nuestro
trabajo, con amor y paciencia.
![]() |
05/07/2012 Actuación en Colegio Nuestra Señora del Rosario |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario