La sonrisa de la señorita del counter de Peruvian Airlines era típica de un comercial de crema dental, por esta razón ya esperaba lo peor; sin embargo, me indicó que en esta ocasión sería solo una postergación de casi cuatro horas y con “sanguchitos” como compensación. En realidad no sabia si reírme o llorar frente a esta situación, cuando de pronto recordé que tenía pendiente mi artículo para nuestra revista.
Aunque estaba tentado a escribir acerca del pésimo servicio que prestan ciertas aerolíneas, hay situaciones que indignan más que ello; situaciones como el encarcelamiento que vienen sufriendo los policías y civiles que se vieron en la obligación de enfrentarse a la delincuencia y como resultado abatieron a algún hampón.
Si hace años venimos viendo con estupor cómo muchos civiles que hicieron uso de su armamento legal para ejercer su legítimo derecho de defensa, terminaron tras las rejas; ahora la situación se agrava pues somos testigos de la forma como las fuerzas del orden también terminan prisioneros por haber tenido que emplear sus armas de reglamento en cumplimiento de sus funciones.
Por estos días la indignación del pueblo ha ido creciendo al ver cómo los policías que combatieron con valentía y heroísmo a las hordas del terror e insania delincuencial terminan siendo investigados y privados de su libertad. El caso más sonado -pero no el único- es el del joven y valeroso suboficial Elvis Miranda, quien en medio de un enfrentamiento con una banda delincuencial, abatió a uno de ellos.
Seamos honestos, en nuestro país la Policía Nacional no goza de muy buena reputación a causa de algunos malos elementos; pero cuando encontramos a un agente resuelto a cumplir con su labor poniendo en riesgo su propia vida, la justicia lo castiga encarcelándolo, enviándolo a convivir con aquellos elementos que combate en su día a día, mandándolo a un ambiente hostil y adverso en el cual seguramente tendrá que pasar mil y un penurias.
Casos similares al del suboficial Elvis Miranda le vienen ocurriendo también a otros 93 policías que en cumplimiento de su deber abatieron o hirieron a peligrosos delincuentes y hoy -por absurdo que parezca- son procesados por el Poder Judicial.
Al igual que la mayoría de peruanos me encuentro muy indignado por esta situación, convencido de que el sistema de justicia es una calamidad, pero -sobre todo- preocupado por la actitud que podrían tomar los policías en caso de emergencia. La delincuencia ha ganado terreno en nuestro medio a pasos agigantados, si antes sentíamos preocupación por la inseguridad reinante en las calles, ahora debemos sentir pánico porque la justicia ha atado de manos a las fuerzas del orden.
A nuestras autoridades decirles que no queremos conferencias de prensa, no queremos barullo ni populismo de quinta; los peruanos queremos a nuestros defensores libres y haciendo lo que mejor saben hacer, cuidando nuestra vida aun a costa de la propia.