Nuestros sentidos se agudizan cuando una pseudo estrella de Chollywood hace un escándalo, al presentarse un conflicto de intereses entre los poderes del Estado, si algún ciudadano extranjero -de preferencia venezolano- comete algún ilícito o en caso alguno de los denominados crímenes de odio se cometa. Inmediatamente todos “saltamos” para defender nuestra posición, muchas veces en forma tan apasionada que no nos importa destruir honras.
La situación cambia dramáticamente y se torna en una total y absoluta indiferencia si vemos alguna agresión o abuso en las calles, si observamos que algún adulto mayor es burlado o violentado, si nos topamos con un menor perdido o desorientado. Somos tan insensibles que muchas veces hasta nos burlamos de la desgracia ajena, no logramos darnos cuenta que nuestras acciones pueden tener efectos dramáticos y lamentables.
Apenas unos días atrás se confirmó la muerte de un pequeño niño, una criatura con transtorno del espectro autista, un chiquillo que podría haber sido su hijo o el mío. Lo lamentable de esta muerte, es que esta se dió como consecuencia de nuestra indiferencia e insensibilidad.
¿Acaso nadie notó que este pequeño no se comunicaba? ¿Es que nadie se percató que estaba perdido? ¿Podemos creer que ninguna persona lo vio deambular desorientado? ¿Será que no hubo ser humano capaz de notar que seguía en una unidad de transporte público en contra de su voluntad? ¿Nadie pensó por un momento que las acciones de este chiquillo frente a la mar brava eran muy temerarias?¿Acaso ya no hay humanidad en las personas?
Mucha gente se precia de ser inclusiva, muestran una careta de ser hombres de bien para defender lo indefendible; pero todo esto es una farsa pues olvidan a nuestros niños, ancianos y personas con discapacidad -las verdaderas poblaciones vulnerables- con quienes si debemos ser inclusivos de verdad y no por moda. La indiferencia mata, y se ensaña con los más desprotegidos; seamos solidarios, indiferencia nunca jamás, ¡seamos humanos!