Y es que un simple paseo por las calles basta para apreciar las grandes diferencias, empezando con una notoria ausencia de desperdicios en las calles; pero está no se debe a un extraordinario servicio de limpieza, se debe a que los ciudadanos casi no arrojan basura al piso. Otro detalle curioso es que no percibimos “bocinazos” ni gritos de furibundos conductores, el tráfico y las demoras existen, pero la paciencia y el respeto son mayores; el único ruido fuerte que logramos oír es de alguna ambulancia que acude a atender una emergencia y en estos casos los vehículos ceden presurosos el paso.
Nuestro paseo nos obliga a cruzar las calles, procedimiento que se hace exclusivamente por los cruceros peatonales ubicados estratégicamente cada cierta distancia. Vemos que los vehículos se detienen para ceder el paso a los peatones y esperan pacientemente que terminen de cruzar para continuar su circulación... ¡Increíble!
Para tomar el transporte publico se debe esperar en los paraderos; a las personas no les afecta si el paradero está en la puerta de su casa y/o trabajo o a cinco cuadras del mismo, igual el paradero se respeta. Lo mismo ocurre al bajar, solamente se hace en paraderos oficiales; nadie critica ni ofende al conductor por ello. Los buses están siempre limpios y ordenados y existe una precisión casi matemática en la frecuencia en la qué pasan; y no vemos carreras ni maniobras asesinas para ello.
Por estas tierras no existe una ley de atención preferencial, mucho menos los asientos reservados; pero si una dama embarazada sube al bus, rápidamente le ceden el asiento -nadie se hace el dormido- con cortesía; y si un adulto mayor se ubica detrás de uno en la cola, presurosamente se le ceden el turno. De igual manera observé que si a algún bebé se le caía algo de su coche, algún observador le daba aviso a los padres.
Acá los motociclistas usan casco siempre, las personas recogen las excretas de sus mascotas, la basura se arroja en los tachos, la presencia policial inspira respeto, nunca estacionan en lugares prohibidos ni en entradas de casas o cocheras, entre otras cosas que me han dejado asombrado.
Todas estas acciones las podemos resumir en dos términos poderosos: orden y cultura. Y es que en estas tierras la calidad educativa es preponderante -más allá de si es pública o privada- y está al servicio de la formación de verdaderos ciudadanos, personas que serán valiosas en el desarrollo de un país. Por ello, los profesores son vistos como agentes de cambio, muy respetados y tomados como ejemplo de vida.