miércoles, 10 de enero de 2018

Crónica de un Presidente sin pantalones

Recuerdo que en plena campaña electoral una avezada dama bajo los pantalones al entonces candidato Pedro Pablo Kuczynski, quizá anunciándonos en forma premonitoria que se trataría de un Presidente “sin pantalones”. Y así lo ha demostrado a lo largo de su gobierno, un mandatario sin don de mando, un líder sin liderazgo, un jerarca sin jerarquía, un presidente sin poder.
Imagino que nuestro popular PPK, más conocido como “Presidente de lujo” pensó que dirigir los designios de un país era tarea fácil, que sería como presidir el directorio de una gran empresa; craso error de su parte pues no consideró la disfuncional idiosincracia del peruano: un ser que vive de odios y envidias, un individuo sin cultura de trabajo, un sujeto que no cuida ni protege su patrimonio y legado, podríamos mencionar otras “perlas” pero lo resumiremos diciendo que se trata de un ciudadano que no entiende el sentido de esa “mágica” palabra.
Mucha gente piensa que el mayor logro de nuestro actual mandatario es haber logrado dividir al Perú en tiempo récord, pero no nos engañemos, el no ha dividido al Perú, esa tarea ya la habíamos hecho los peruanos desde tiempos inmemoriales. La historia del Perú está llena de episodios y hasta leyendas oscuras de colosales traiciones.
Regresando al tema central, su mandato no había empezado y ya teníamos una gran resistencia de parte de la oposición para aceptar la victoria electoral de PPK. El presidente electo, se mostró ajeno a sostener la bandera de victoria, no lucia ganador; en vez de esto, buscó que su victoria sea validada por la oposición ¿Acaso era necesaria intermediación para que un partido político acepte que PPK ganó las elecciones? ¿Acaso no ganó las elecciones por obtener la mayoría de votos válidos que le conferimos los peruanos?
Con la venia de sus opositores escolares PPK recién se sintió ganador, pensó que lo habían aceptado finalmente y que podría empezar su mandato con pie derecho. Pero esto no fue más que un espejismo, rápidamente vino la arremetida contra su entonces ministro de educación Jaime Saavedra. Fue muy triste ver cómo el Presidente de la República no era capaz de blindar a una persona que gozaba de su confianza absoluta. El Congreso -o mejor dicho, la mayoría congresal- había asestado un duro golpe y dejado un mensaje claro “acá mandamos nosotros”.
Una sucesión de errores y una total falta de visión de la realidad peruana provocaron que población se vaya dando cuenta de la debilidad de carácter del presidente y de su inacción frente a los problemas que afrontaba y afronta el Perú. Mientras la ayuda a los damnificados por los desastres naturales tardaba excesivamente y la delincuencia avanzaba a pasos agigantados, nuestro mandatario trataba de poner paños fríos -con bailecito incluido- en vez de tomar medidas.
No tardaron en aparecer las huelgas de trabajadores estatales, quizá la más emblemática fue la que protagonizaron mis colegas del magisterio. La ineptitud de la ministra y de las autoridades educativas, sumado al nulo aporte del gobierno para solucionar los diversos problemas que arrastra nuestro país en educación hicieron que la huelga se vuelva masiva y eterna. Recuerdo con mucha tristeza los enfrentamientos entre maestros y policías, además del hecho que tildaron a todos los maestros de terroristas. Nuestra primera autoridad nacional necesita con carácter de urgencia una clase magistral donde le enseñen que terroristas son aquellos que destruyeron el Perú a sangre y fuego y que el día de hoy vienen siendo liberados gracias a benévolas penas que el nunca revisó. Finalmente la huelga terminó, pero no por una gestión exitosa del gobierno; la huelga terminó por el compromiso de los maestros con la educación, la huelga terminó porque los padres de familia pedían que sus hijos vuelvan a las aulas, la huelga terminó porque los maestros se cansaron.
En medio del mega escándalo de Odebrecht, toda esta timidez y “falta de muñeca” parecían ocultos, pero pronto llegaría la revelación de que el propio presidente había sido participe de aquella nefasta red de corrupción. PPK sabia que había asesorado a empresas de esta corruptela, pero prefirió negarlo; pensó que nunca el pueblo se enteraría, pero el escándalo le estalló en la cara. Los políticos -muchos de ellos más corruptos que el- clamaron por la vacancia presidencial. La imagen desgastada de PPK, sin recursos y rogando por el perdón de los congresistas y del pueblo no merece más comentarios de nuestra parte.
Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo y que no nos quedaba más remedio -para preservar la democracia- que aguantar los años que le quedaban de “mandato”, PPK nos sorprendió con un regalito de nochebuena: la liberación de Alberto Fujimori. Independientemente de pareceres personales, el momento y la coyuntura en la cual se dio el indulto presidencial dio la imagen de que el presidente de la República del Perú estaba pagando favores. Y para colmo de males, en cuanto aparecieron las primeras dudas acerca de los montos que el señor Fujimori adeuda por por concepto de reparación civil, las autoridades gubernamentales dijeron que serían ellos quienes “abrirían la billetera” -obviamente con los aportes de todos los peruanos- firmando un misterioso decreto para reparación a las víctimas por terrorismo, ¡de 33 millones de soles!
A nuestro modesto parecer, al señor Pedro Pablo Kuczynski le falta capacidad y calidad para hacer frente al difícil reto de ser presidente del Peru; le faltó ponerse los pantalones y se convirtió en un indigno dignatario al cual ni su "Parlamento de Reconciliación" puede salvar. ¿Saben lo peor? Esta historia continuará...