viernes, 29 de junio de 2012

Disfrutemos nuestro trabajo

Antes de empezar a escribir, hago la aclaración que no existe ninguna persona ni evento reciente que hayan motivado lo que estoy escribiendo; si lo hago es porque me siento bendecido con mi trabajo, tanto así que no me cuesta trabajo -valga la redundancia- realizarlo, lo hago diariamente con alegría y placer... ¡y me pagan por ello!
Lamentablemente la postura de muchas personas es inversa a la mía, la alegría y placer -aunque efímeros siempre- están representados por la paga, pero para conseguirla hay que trabajar; y todos sabemos que aquello que es hecho por obligación se convierte en una tortura.
Muchas veces esta tortura es herencia de los padres, quienes en busca de "lo mejor para nuestros hijos" condicionamos su futuro profesional y no dejamos que se desarrollen en aquello que es su vocación profesional, eso que les gusta hacer, la actividad para la que son realmente buenos, el trabajo que disfrutan. Dejemos que nuestros hijos vayan formando su pensamiento libres de presiones, que logren construir su identidad propia, que consoliden sus capacidades y habilidades; así, seguramente escogerán una actividad acorde a su personalidad, actividad en la cual se volverán profesionales de éxito y conseguirán que el trabajo que desarrollen a futuro se vuelva un placer.
Pero tampoco es cuestión de culpar a los padres únicamente; muchas veces nosotros mismos cedemos ante las múltiples tentaciones del camino: la vanidad, la ambición, la avaricia y -como diría mi abuela- la madre de todos los vicios: la ociosidad.
Algunas veces nos sentimos imprescindibles en el trabajo, creemos que nadie está por encima de nosotros y esto se refleja en nuestra actitud frente a los demás, obviamente esta situación no ayuda en nada a crear un clima laboral amigable y nuestras relaciones con nuestro entorno serán frías. Debemos asumir que somos parte de una organización que busca metas comunes, que cada persona es valiosa en su posición y que el éxito depende de todos; esto ayudara a valorar a todos por igual y a mejorar nuestras relaciones.
Por otra parte están aquellos que hacen su trabajo a regañadientes, que cumplen con su función únicamente porque por ello les pagan, y que cuando lo han cumplido, ¡pobre de aquel que les pida algo más! Una actitud lamentable, si solo hacemos aquello por lo que nos pagan, pronto nos sentiremos aburridos y caeremos en lo rutinario. Debemos empeñarnos en trabajar, hacer siempre algo más de lo que se espera; así nos sentiremos mejor con nosotros mismos, tendremos metas cada vez más altas y exigentes, y seguramente seremos mejor recompensados por nuestro trabajo.
Finalmente debemos mencionar a las personas que no tienen sentido de pertenencia, que están a gusto porque la empresa para la cual laboran no es de su propiedad, porque la empresa se está "llenando los bolsillos" a costa de su trabajo. Si bien es cierto -en la mayoría de ocasiones- uno no es dueño de la empresa para la cual trabaja, el lugar donde trabajamos debe ser "nuestra" empresa; debemos sentir orgullo y satisfacción cuando todo marche por buen camino, y empeñarnos por trabajar más cuando las cosas no salgan del todo bien.
En resumen, debemos ponernos retos en nuestro trabajo, no ser unos empleados más, disfrutar lo que hacemos y hacerlo bien. Espero que estas líneas hayan ayudado en algo y logren que reflexionemos: es mejor cambiar de actitud antes que cambiar de trabajo. Así, el cambio de actitud es posible, si realmente amamos lo que hacemos, pronto dejara de ser un trabajo para convertirse en un placer.

Trabajemos en armonía con los demás y lograremos metas cada vez mas altas